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Tres reyes para un único trono

No fue un All Star más, fue una soterrada batalla por el trono, por sostener el cetro de mejor jugador del momento. En su casa, con 32 años y un palmarés majestuoso (cinco anillos, un MVP, 13 All Stars, un oro olímpico...), Kobe decidió marcar su territorio y dio marcha atrás en el tiempo. Olvidó por un día el cuentakilómetros y sus maltrechas rodillas para resucitar a aquel Bryant que lucía afro y se desplazaba saltando; volando, más bien. Durante los tres cuartos que le duró la gasolina nadie pudo frenarle, como descubrió por las malas LeBron en una secuencia de esas que repetirán las promos NBA dentro de 20 años: mate pese a la persecución implacable de James, robo en el saque de fondo del de los Heat y triplazo. Todo aderezado con una sarcástica palmadita en el trasero rival: "Sigo siendo el rey".

Pero LeBron, a falta de que (nos) demuestre a los agnósticos que puede ganar cuando el sol más calienta, es a sus 26 años un espécimen humano único. Le picaron y resucitó el partido con una exhibición sólo al alcance de esa mezcla de Jordan, Magic y un culturista que nos hizo soñar con el advenimiento del jugador perfecto. Aún está a tiempo. Pero su show no bastó porque surgió Durant (22 años), el niño flaco de brazos tan interminables como su talento, y gritó: "Cuidado, que llego". Tres generaciones, tres fueras de serie y un debate infinito. Elijan. Yo soy de Durant.