Benzema, el desdichado

Hay desdichas que caminan hacia la eternidad. Y Karim Benzema es un estupendo coleccionista de ellas. Ayer se acercó, en sudor, compromiso, recorrido, presión y ocupación de espacios, a lo que Mourinho pretende de él. Ya no le ve circular en dirección contraria al grupo y lo dijo en la sala de prensa. De hecho, hubiera sido una noche perfecta si no hubiese existido el balón. Pero lo exigió el árbitro, lo puso el Madrid y, de cuando en cuando, le llegó a él, cerca de Javi Varas. En mala hora.

Sobre estas líneas tienen un magnífico catálogo de ocasiones que cayeron por la borda en cuanto tocaron la bota o la cabeza del francés. Algún error tuvo apariencia ridícula. El efecto óptico llevó al Bernabéu a pensar, incluso, que evitó con un cabezazo destartalado que un remate de Cristiano acabase en gol. Pareció lo que no es y ni fue en Sevilla: un nueve torpe y derrochador. Después salió Adebayor y marcó en el primer balón que tocó. Y así es imposible que salga alguna vez el sol.