Aaron Rodgers, un nuevo dios para el olimpo


Aaron Rodgers es la leche. Sí, sí, una mala bestia. No olvidaré la primera vez que vi jugar a este tipo con cierto aire de trampero de las Rocosas. Fue el 29 de noviembre de 2007 contra los Dallas Cowboys, en un partido que televisó Digital+. Favre sufrió una lesión mediado el segundo cuarto después de haber sido interceptado en dos ocasiones. Rodgers salió al campo y nos dejó a todos boquiabiertos a pesar de que los Packers terminaron perdiendo 37-27. Completó 18 de 26 para 201 yardas y un touchdown.

Pero lo de menos fue el resultado. Hasta ese partido solo había jugado algunos snaps sueltos en la NFL, pero mientras estuvo en el campo Rodgers se movió con el empaque y la autoridad de un veterano. Además se le veía feliz y relajado, muerto de risa, dándose palmaditas con sus compañeros y disfrutando como un niño. Recuerdo que al día siguiente hablé sobre él con Manolo Arana y ambos llegamos a la conclusión de que a Favre le quedaban muy pocos partidos en Green Bay. En concreto, fueron seis más, entre ellos una final de conferencia. En la tundra ya no tenían ninguna duda de que el sucesor del gran Favre ya estaba listo para heredar el cetro.

En algún artículo de los últimos años he escrito que la transición que hicieron los Packers, de Favre a Rodgers, solo es comparable con la de los 49ers entre Montana y Steve Young. Al principio algunos decíais que me estaba pasando por comparar a Rodgers con Young pero, curiosamente, estoy seguro de que si alguno no comparte la afirmación a día de hoy, ese no es el motivo. Más allá de los matices, los Packers han conseguido mantener al frente de su ataque a un QB de campañillas desde 1992 hasta 2010 (y contando). 19 temporadas con un killer en la posición más importante. Muy pocos equipos pueden vanagloriarse de algo así.

Esa es la gran duda que produce Rodgers: su durabilidad. Tal vez ese no sea un problema de cara al partido del domingo, pero sí cuando miramos hacia el futuro. Este año ha sufrido dos conmociones cerebrales, que no son las primeras de sus tres temporadas como titular. Definitivamente, el QB tiene cierta facilidad para sufrir trastornos por golpes en la cabeza. Yo creo que incluso jugó limitado de facultades la final de conferencia desde que Peppers chocó con él casco contra casco. El problema no es solo que los golpes le afecten demasiado, sino que según los especialistas, un jugador que sufre múltiples conmociones cada vez tiene más facilidad para recaer, con golpes no tan fuertes. Creo que Rodgers, como Aikman en su momento, tendrá que dejar la práctica del football antes de tiempo, por culpa de las conmociones, cuando aún este en su mejor momento de juego. Quizá ese sea su único gran lunar.

¿Intentarán los Steelers desactivarle del partido con un golpe en el casco?


También creo que le estamos ensalzando demasiado después de sus increíbles dos últimos meses. Yo estoy deseando encumbrarle junto a Brady y Manning, en la gran trinidad de la NFL, pero opino que aún le quedan algunos escalones para alcanzar a los otros mitos. ¿En qué se les parece? Por supuesto, en su espíritu ganador, su presencia dentro del campo y su capacidad de arrastre, pero también en la gran variedad de pases que es capaz de lanzar. Como les sucede a Brady y a Manning, Aaron Rodgers puede lanzar tras tres, cinco o siete pasos, en corto y en largo, cruzado, interior o a la banda, a receptores con doble o triple cobertura, en jugada de engaño, pantalla,… y en todas y cada una de las circunstancias, culminar lanzamientos perfectos. No necesita forzar, ni dejarse el alma para conseguir spin. Son pases que surgen con naturalidad, como en un baile milagroso. Creo que tal vez solo Philip Rivers puede jactarse de algo así, exceptuando a Brady y Manning.

A esa facilidad natural para lanzar pases perfectos en cualquier circunstancia, se une su increíble movilidad. Y en eso me recuerda al primer Favre. Además, Rodgers puede lanzar con la misma perfección exquisita en parado y en movimiento. No necesita componer la figura para ser preciso. Cuando pasa en carrera es como si su brazo funcionara aparte del resto del cuerpo. El balón sale con una potencia y precisión inexplicable. Así que cuando se arranca, descoloca completamente a toda la defensa rival. Si cubren la carrera lanza un pase letal, si cubren el pase consigue muchísimas yardas corriendo. De todos modos, con los años ira perdiendo esa movilidad y para él no será grave. Como pocket passer ya es demoledor. Quizá no sea un genio del pasito hacia adelante como Brady, pero consigue ser muy elusivo sin dejar de buscar receptores.

Esa última es otra de las virtudes que le equipara con los grandes. Rodgers busca la mejor opción por delante de la primera. Radiografía el campo y sabe resolver la ecuación en un instante. Su solución más habitual: la más letal.

Por eso, Rodgers es un pistolero nato, como lo era su antecesor en Green Bay. Es capaz de enlazar drive tras drive, atravesando el campo de lado a lado. Nunca se queda sin jugadas porque sabe improvisar. Nunca se vuelve previsible, porque su juego surge de la genialidad. Si Rodgers se calienta, y el partido se convierte en un intercambio de golpes, es muy difícil que salga derrotado.

¿Intentarán los Steelers presionarle en el pocket o, simplemente, le cerrarán las vías de escape y sobrecargarán la secundaria como hicieron los Bears en sus mejores momentos defensivos de la final de conferencia?


Pero, como buen pistolero, le falta la frialdad de los grandes genios. Es muy difícil ver a Brady o a Manning intentando ganar un partido por narices. Ellos nunca pierden la cabeza. Son fríos, calculadores, y mantienen el control incluso en los peores momentos. Rodgers no es así. Él juega con el corazón y en eso es muy similar a Favre. Eso le convierte en imparable casi siempre, pero también en un lastre si se empeña en ganar un partido el solo. En ocasiones lanza intercepciones poco explicables, sin necesidad, o se descentra y pierde la eficacia. Su agresividad le convierte en un ganador nato, pero también le perjudica cuando su entrenador le pide contemporizar. Es verdad que McCarthy no es un genio cerrando partidos, pero Rodgers peca de lo mismo. Solo concibe un primer down como un trámite que termina con un touchdown, nunca como una forma de consumir tiempo. Creo que en estos últimos aspectos necesita mejorar.

Por último, Rodgers debe estar encantado de que el partido se dispute en el nuevo estadio de Dallas. Además ya se sabe que el techo estará cerrado. El mejor Rodgers aparece con buenas condiciones climáticas. Cuando no hay resbalones, los receptores son más precisos y el balón vuela sin interferencias.

El quarterback de los Packers tiene todo a su favor para encumbrarse en la Super Bowl como la próxima gran estrella de la NFL. En el olimpo ya le están haciendo sitio.

Lo más visto

Más noticias