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El destino nos debe una

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El de ayer fue un día para la esperanza, para la ilusión. Puesta de largo por todo lo alto, de las que ya sólo se pueden permitir los de familia de rancio abolengo, para la presentación en sociedad del F150, el Ferrari de la revancha le hemos llamado en AS. Y parece que esa sensación es la que tienen también en Maranello. Me gusta que sea así, porque puede suponer una motivación extraordinaria para todo el equipo. El presidente Montezemolo insiste en que tiene pesadillas por la noche recordando aquella lamentable carrera final de 2010. Y el jefe Domenicali explica muy gráficamente el estado de ánimo del grupo: hay que liberar el grito que todavía tienen en la garganta desde Abu Dhabi.

El destino nos debe una. A Alonso, a Ferrari y a los seguidores de uno y otro. Lo peor no fue perder, sino cómo se perdió. Con toda la crueldad de un destino que tuerce la sonrisa antes de echar sobre la mesa de juego una carta inesperada, consciente de que es la ganadora, la que nos hará despertar de nuestro sueño, ése que acariciamos con la yema de los dedos. Fernando dice que para él es una temporada más, que como en las anteriores quiere ganar, que nada ha cambiado. Yo en esta ocasión creo que habla más desde la prudencia que desde el corazón. Ya ha pasado demasiado tiempo desde que disfrutó por última vez de la felicidad plena de sentirse campeón, el más grande entre los grandes, así que es algo que quiere resolver sin demorarse ni un día más. A por ello...