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El club que no decía las cosas claras

A las 15:46 de la tarde de ayer, Agüero anunciaba a través de Twitter que estaba lesionado y le esperan 10 días de baja. Mi reacción, como la de todos los atléticos del mundo tras recibir el golpe de la noticia, fue la misma que cuando tu pareja te dice que tenéis que hablar, tú llegas pensando que te va a decir lo estupendo que eres y acabas allí con cara de tonto, plantado y absolutamente estupefacto. Y al cabo de un rato, cuando lo asimilas, comienzas a alternar lágrimas e indignación. En ese punto estoy ahora.

Porque sin el argentino este Atleti no es nadie. No hay ahora mismo otro equipo de Primera en el que la diferencia entre su mejor futbolista y el segundo sea tan grande como la que existe entre Kun y el siguiente, sea De Gea o sea Reyes. Así que con su ausencia se esfuma la poca fe que aún le quedaba al Manzanares de remontarle al Madrid el jueves. Y los compromisos ligueros ante Mallorca y Sporting (ojalá me equivoque, pero el argentino suele superar los plazos de recuperación cuando se lesiona), vitales para no descolgarse de la lucha por la Champions, se complican sobremanera, salvo que a Forlán, entre quejita y quejita, le dé por resucitar.

A hora dejemos las lágrimas y pasemos al enfado. ¿Cómo puede ser que el Atlético dejara pasar día y medio desde que su estrella se lesionó hasta que supo lo que tenía? ¿Qué explicación tiene que ayer por la mañana el club aún asegurase que Kun estaba perfecto? ¿Qué seriedad transmite que el primero en dar la noticia sea el propio jugador en una red social? Caben dos opciones, torpeza o secretismo, y prefiero la primera. Porque, en un club bajo permanente sospecha, es increíble que todo se trate como un secreto de estado. Sea una lesión, las cuentas o las obras de La Peineta. Nunca se explica nada y las evasivas sólo multiplican la desconfianza. Ni luz, ni taquígrafos. Una política chusca, obsoleta y perjudicial para ellos mismos.