El gran partido del futbolín
Tenemos un herido de muerte: el derbi madrileño. Desde que nos dejamos emborrachar por el fútbol moderno, ese que se juega de antemano con los presupuestos sobre la mesa y que dura las 24 horas del día (con goles hasta en las ruedas de prensa), los tópicos sobre este derbi ya no existen. Ningún fabricante de futbolines osaría hoy enfrentar al blanco con el rojiblanco de pantalón azul, está demodé.
Sería difícil repetir la aventura de Grosso, el nueve que despuntaba en el filial madridista cuando todavía era Plus Ultra, cedido para ayudar al rival colchonero cuando peor lo pasaba. Imposible que un presidente colchonero se arriesgue a vender a su estrella al club blanco, como con Hugo Sánchez. La Copa, el torneo más antiguo, el que todavía alberga las sorpresas que la regularidad sísmica de la Liga oculta, puede devolvernos lo que la lógica aplastante del fútbol presupuestario nos robó: el partido del futbolín.