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Dos miradas en el espejo de la realidad

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Es una instantánea, en el más estricto sentido de la palabra. Un momento tan fugaz que casi seguro resultó imperceptible para los que allí estaban e incluso para su protagonista. Para todos menos para un excelente profesional, Carlos Álvarez, que lo capturó al vuelo. La foto que acompaña estas líneas ha ganado el Premio Foto Nikon 2010 y ha sacado, también por un instante, de su voluntario anonimato a un reportero gráfico como Carlos, un trabajador de la cámara. Alguien que cada día se sube a su moto, llueva, nieve o hierva el asfalto, y se lanza a buscar imágenes que luego disfrutaremos, sin percatarnos a quién pertenecen o cuánto ha costado conseguirlas. Por ejemplo, muchas fotos que hemos visto de David Beckham eran de Carlos. Y, en los últimos tiempos, de muchos otros personajes conocidos y de la Familia Real.

Vivimos tiempos confusos en los que a veces el periodista se empeña en ser más protagonista que la noticia que cuenta -con un micrófono, una cámara o un teclado- ,convirtiéndola en mera excusa para convertirse a sí mismos en estrellas de la comunicación, y de paso imponer su opinión, como si sus lectores/oyentes/espectadores no fuesen capaces de sacar sus propias conclusiones. Sin embargo, los imprescindibles siguen siendo profesionales como Carlos Álvarez y todos los que, como él, se empeñan simplemente en hacer bien su trabajo; en conseguir que, como en el caso de su foto premiada, se haga verdad la manida expresión de que una imagen vale más que mil palabras. Y de repente una imagen fugaz y vulgar se convierta en excepcional porque nos deja en el espejo de la realidad la verdad desnuda delante de nosotros. Hay están la mirada de la princesa Letizia, pero también la suya, en un segundo plano, como observador imparcial. Gracias a su esfuerzo y talento -y valentía en el caso de los reporteros de guerra- podemos juzgar lo que de verdad pasa en nuestro turbulento mundo.

Su instantánea me ha llevado a pensar en otros grandes cronistas del tiempo que les tocó vivir, como Goya o Velázquez. Échenle una nueva ojeada, por ejemplo, al retrato de Goya de la familia de Carlos IV, y convendrán conmigo en que esa obra pictórica es suficiente para comprender los males que afligieron a nuestro país durante el siglo XIX. Las fotos de hoy también contarán nuestra historia mañana. Ponerse detrás de una cámara para contar la realidad es, ante todo, una actitud moral en la que prima la honestidad de contar la realidad tal como es. Algo que, para nuestra fortuna, profesionales como Carlos tienen siempre presente.