Regalo navideño envenenado
Es la Ley del murmullo. Injusta, fría, despectiva, pero imparable. Y sin embargo, tiene remedio. El madridismo espera a Kaká con una extraña mezcla de aprensión e ilusión. También desconfiaron de Pelé después del Mundial de Inglaterra, incluso Cruyff tuvo que exiliarse en el Feyenoord de Rotterdam porque Amsterdam y su Ajax ya no creían en él. Los grandes futbolistas merecen siempre otra oportunidad. Y ésta la pinta calva: Kaká vuelve justo en el momento en el que una mueca recorre el Bernabéu. No es un "No" de hastío o desprecio, qué va, es diferente, es más sutil, es un gesto natural del madridista medio que lo mismo vale para asumir el 5-0 del Camp Nou que para analizar algunas salidas de tono de Mourinho o para atender el retorno de un Balón de Oro envuelto en la incógnita. Kaká es hoy una ilusión de efecto retardado, un refuerzo con temporizador. El regalo navideño envenenado que ha caído en el Bernabéu.
La ventaja es que ni siquiera es como Fernando VII, El Deseado, al que, de tanto esperar, acabaron odiando como al peor rey de una lista ya de por sí funesta de monarcas españoles. Hay esperanza si se analizan las opciones que le quedan al futbolista. Sin un Mundial por delante que le permita especular, buscar la huida a un fútbol como el inglés requiere más ardor guerrero aún, y volver a un Milán que ya desconfía de sus veteranos no es una opción. Kaká está en el mejor escenario posible para volver a sentirse futbolista. Sólo tiene que gritar más alto que el murmullo: "No tengo miedo...".