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Agentes dobles en la Nacional II

Acabemos con los 'Goles profilácticos'. Algo cambió en el fútbol el día que los goleadores dejaron de celebrar los tantos que marcan a sus antiguos equipos. Y no fue precisamente a mejor. Ese pequeño teatrillo es una vana hipocresía que el tiempo cura y que los anales y las tablas estadísticas acaban limpiando de tontería. "No es lo que parece. Puedo explicarlo", acabarán bramando los jugadores tras golear pidiendo perdón, como maridos pillados con otra in fraganti, o incluso, mucho mejor, igual que esos agentes secretos con gabardina que vendían microfilms a una potencia enemiga.

Entre tanto doble agente con servicios prestados en La Romareda y el Santiago Bernabéu, este partido podría jugarse en el Berlín Occidental de las películas, con la Nacional II convertida en corredor terrestre a través del Telón de Acero y el Paul Newman de Cortina rasgada ocultándonos por qué cruzó a la RDA. Pero lo auténtico del fútbol, su esencia, es que el gol no necesita explicación. Empieza y termina en sí mismo, y sube al marcador sin remisión. Esta lista de ida y vuelta, sin vencedores ni vencidos, demuestra que, como Hitchcock y sus macguffin, al final la camiseta, blanca en ambos casos, merengue o blanquilla, es lo de menos: en el fútbol siempre gana el bueno. El gol.