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Mou lo vio mal y lo explicó bien

Ocurrió lo inesperado. Salieron intactos los modales de Mourinho, impecable en el campo y en sus explicaciones postcatástrofe, y tocada su reputación. Y estuvo soberbio Guardiola en estrategia y cerca del suspenso en comportamiento cuando le escondió una pelota a Cristiano. Fue un ataque transitorio de futbolista. Un gesto feo con una réplica más fea aún del luso. En lo demás, el Barça fue lo que quiso su técnico. Prometió caer sobre el Madrid sin traicionarse, con esa peligrosa adicción a la pelota, y lo hizo. Abrió a Villa a la izquierda y colocó a Messi en el centro, entre líneas, apuñalando por la espalda a Khedira y por delante a los centrales. Ahí se dio un festín el día del 2-6 y repitió ayer. En esa plaza es un valor seguro. Y el juego pasó siempre por Xavi e Iniesta, inalcanzables para el Madrid y para cualquiera, y por Busquets, tercer central, primer atacante.

Mourinho arriesgó con un su once fantástico, quizá por el qué dirán, y con una defensa muy adelantada. Sin bravura ni energía en la presión sobre la salida del balón del Barça resultó un suicidio. La ausencia de Higuaín fue dramática en esta labor. Y así, la línea del Madrid se tragó las diagonales del Barça sin sal ni pimienta, de principio a fin. No hubo posesión ni contras. Con el primer gol cayó el palo mayor. Las sustituciones de Özil y Marcelo tuvieron aire de castigo y Lass agravó la caída. La mano que lanzó ayer el Barça está en su cogote, pero también en el de sus futbolistas, peleles sin ánimo que merecieron la colleja.