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Cristiano, un gigante; Kun, un 'tapón'...

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Basta con mirar el tamaño de las dos estrellas emblemáticas de Madrid y Atlético para entender por qué papá va a estar siempre encima de mamá. Manolete, fíjate en el cuerpo de Cristiano y en el de Agüero. El portugués mide medio metro más, sus abdominales son con los que tú soñabas tener de niño hasta que las napolitanas de chocolate y las fabadas con almejas te convirtieron en la cama deshecha que pareces.

Cristiano es la perfección física y futbolística. Kun es un botijillo con talento que desde que llegó al Atlético frenó cualquier posibilidad de progresar para ser un futbolista de elite mundial. Nuestro Adonis vikingo lleva un mes metiendo goles de todos los colores y a los rivales que se ponen a su paso. Es un huracán al que le falta la cabellera del Atleti para incluir en su sala de víctimas favoritas. Agüero, sin embargo, no ha podido contarle todavía a sus colegas argentinos qué significa ganarle un derbi al Madrid. Su bebé será hombrecito, se graduará en la universidad y no podrá explicarle a nadie cómo su padre se pasó su carrera intentando ganar a unos tipos de blanco que siempre terminaban cantando victoria.

Cristiano es la esencia del Madrid en estado puro. Hercúleo, profesional fanático, obseso de la pelota, ganador insaciable y un monumento al fútbol moderno del siglo XXI. Kun es también la fotocopia perfecta de lo que es el Atleti. Taponcete, cada vez con menos gol (sólo lleva uno en lo que va de Liga), con muchísimos problemas físicos (los fisioterapeutas del club rojiblanco están más horas con él que con sus mujeres) y tan intermitente como la cobertura de un móvil en un tren de alta montaña.

Manolete, ríndete. Superman Cristiano se va a hacer mañana una petaca con vosotros. El pobre Kun pedirá excedencia con la que le espera en la caldera del Bernabéu...