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El lío pone en peligro la renovación

Después de una derrota ante la Juventus, convaleciente de una lesión, en un bar de copas, al borde de la madrugada y con el Madrid a vuelta de página. No se me ocurre peor escenario para que te pillen 'rajando' del entrenador. Le ocurrió a Ronaldinho, pecador hablando de pecados en vísperas de Halloween. Ayer llegó el desmentido obligado, pero La Gazzetta había dejado muchos detalles para meterle hormigón a su historia: desde el gorro negro que lucía el brasileño hasta su camiseta de Los Ángeles, pasando por los cinco amigos que le acompañaban, los cócteles que se sirvieron, la música de Black Eye Peas que sonaba y el encuentro con Onyewu. Impecable envoltorio que no invita a desconfiar del contenido.

A Ronaldinho le pilla el asunto negociando su renovación con Berlusconi. Acaba en junio y despierta dudas. Las mismas que le obligaron a salir del Barça. Porque Ronaldinho fue una colección de fútbol hasta los 26 años y un pequeño muestrario después, cuando descuidó físico y costumbres. En sus tres temporadas en Milán ha metido sólo cinco goles más que en su mejor año en el Barça. Ofrece recaídas y repuntes. El último le ha devuelto a la selección brasileña después de no haber sido convocado para el Mundial. Ahora busca un último gran contrato. Y si Berlusconi no se estira, acabará en los Galaxy con Beckham. Pero hay que recordar que no le ha metido tantos goles a nadie como al Madrid (seis) y de él siempre cabe esperar el arreón del mal estudiante.