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Sólo faltó contratar a Closeau

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Mi percepción sobre cómo debían ser las oficinas del Barcelona ha ido cambiando con los años. Hace tiempo, me las imaginaba con señores en chándal analizando jugadas y jugadores, con pelotas (las de jugar, se entiende, los otros siguen ahí) en los cajones y con aroma a fútbol.  Luego llegó Núñez y en mi mente esas oficinas pasaron a ser algo así como las de una gran inmobiliaria en la que se hablaba de llambordines, ampliaciones del estadio y proyectos de pisos en el Mini Estadi. De las pelotas, se pasó a las hormigoneras. Más tarde, nada más aterrizar Joan Laporta, aquello se me antojó como la situation room de la Casa Blanca. Micrófonos por todas partes y espías. Faltaba sólo el tipo que lleva wikileaks filtrando informes.

Ahora, tras el último reportaje de Interviú, la imagen que me viene a la mente cuando pienso en la sede social del club blaugrana  es la de la TIA, con el Superintendente Vicente al frente, su Profesor Bacterio y su secretaria Ofelia. Lo que pasa es que en este caso, no hay que situar en la escena a Mortadelo y Filemón. Demasiado estilo tienen. Hay que imaginarse al inspector Closeau. Hay que ser muy bruto para pagar a alguien para que te confirme que Ronaldinho salía de noche. Para comprobar eso, sólo era necesario hablar con un taxista o un camarero. Y lo mismo puede decirse de Piqué. Ser guapo, no obliga a ser un mal profesional. Gerard es un profesional como la copa de un pino. Eso, te lo confirma hasta el propio Closeau. Y, encima, te lo hace lo más barato.