El éxito pasa por la evolución de Sergio Rodríguez y Tomic
Al Madrid lo mataron tres guerreros muy curtidos como Bourousis, Spanoulis y Papaloukas (que está para pocos trotes, pero regala un clínic de un cuarto de hora en cada partido), un superclase (Teodosic) y una acción afortunada (el triple churrigueresco de Mavrokefalides para acabar el tercer cuarto y propiciar un parcial de 15-0 que zanjó el asunto). Contra lo último no se puede luchar, son cosas que pasan. Pero los otros dos aspectos nos dejan lecturas interesantes y, pese al marcador, alguna bastante positiva. Contra la veteranía de Olympiacos, el Madrid respondió con cuatro titulares de 24 años o menos (los Sergios, Suárez y Tomic) y aguantó dignísimamente durante muchos minutos en un pabellón donde los niños suelen temblar. No fue el caso.
Por eso, el tiempo juega al favor de los blancos. Seguramente, el Olympiacos que nos encontremos en marzo no será muy diferente al de ayer. Si no entra en una espiral autodestructiva de aquí hasta entonces, el Madrid debería ser mejor, bastante mejor, que el que, por momentos, pareció capaz de ganar en Atenas. Hay peros, por supuesto, algunos grandes. Para llegar al nivel de semiélite que potencialmente tiene, necesita que todos sus jóvenes crezcan. Suárez y Llull sólo prometen maravillas, pero las sensaciones que dejaron Tomic y Sergio Rodríguez no fueron halagüeñas (la comparación entre el canario y Teodosic fue desoladora). Ambos tienen el talento, pero les falta un punto. Al pívot por pura bisoñez, Al base por el óxido acumulado. En su evolución reside el futuro.