NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Messi, ante el síndrome de Thomas Alva Edison

Actualizado a

Los grandes genios nunca tienen bastante. Thomas Alva Edison era ya millonario a los 32 años después de haber inventado el fonógrafo dos años antes siendo empleado de la Western Union. Este pelotazo, al más puro estilo Bill Gates del siglo XIX, le llevó a aceptar la oferta de JP Morgan. El mandamás de los banqueros estadounidenses de la época, le puso la pasta suficiente para fundar la General Electric, empresa que aún fabrica la mayoría de los contadores de luz que tenemos en casa. Edison podía haberse dedicado por aquel entonces a tumbarse a la bartola y a vivir de los pingües beneficios que reportaban sus ocurrencias, pero estaba enfermo por pensar tanto. Al final de su vida, había consignado unas mil patentes. Lo que significa que durante su edad adulta inventó un cachivache más o menos útil para el personal cada quince días.

Obviamente, la aportación de Edison a la humanidad supera en mucho a la que pueda realizar Leo Messi. Es más, probablemente, La Pulga podría llegar a preguntar "¿dónde jugó y qué ganó Edison?", pero ambos se guían por el mismo patrón: nunca es bastante. Son inmunes a ese virus que se descubrió hace unos años en Barcelona y que se bautizó como autocomplacencia. Ese tipo de gente se ventila la autocomplacencia como Zatopek se ventilaba una gripe antes de correr un 5.000. Messi es de esa calaña. El argentino, tras firmar un año estupendo en el que anotó 47 goles y en el que lo consiguió ganar todo a nivel individual, tenía todo el derecho del mundo a quedarse en casita, poner el pie en alto y ahorrarse el peñazo del viaje a Kazán. Pero no, Messi va a Rusia porque, como Edison, quiere hacer un invento que haga feliz a la gente cada quince días.