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Esperanza de un club y de un país

Un gran país, Francia, y un club descomunal, el Madrid, ambos en aprietos recientes, anhelan un príncipe azul que les rescate y llevan años poniendo sus ojos en Enzo Zidane, como si el fútbol se heredase, al igual que los tronos, por vía sanguínea. "Todos los bebés uruguayos vienen al mundo gritando gol. Por eso las maternidades aquí son tan estrepitosas", le escuché decir la semana pasada a Eduardo Galeano, que resumía así la importancia del entorno sobre el futuro de los chavales.

A Enzo le envuelve un ambiente que le ayudará a ser futbolista, pero alcanzar el tamaño de su padre le convertiría en caso único. Ni Di Stéfano, ni Pelé, ni Cruyff tuvieron herederos a su altura. A Maradona Claudia sólo le dio hijas y yernos. "Se divierte en las categorías inferiores y por ahora, basta", dijo Zinedine, guiado por el instinto protector de un padre que intuye la impaciencia ajena que puede aplastar al chico, visto casi como un botín del que apropiarse cuando ni siquiera está formado. En los últimos meses se apuntó que el Marsella pretendía quitárselo al Madrid y que la Federación Española estaba sondeándole para sus selecciones inferiores (Enzo nació en Burdeos). Al chico le ayudará tanto hacerse el sordo como perfeccionar la roulette.