Delfines: sangre en el agua
Lo que ahora veo desde la tienda es sobre todo nieve. Pero lo que para mí es un magnífico paisaje, a unos cientos de kilómetros se transforma en una tragedia de dimensiones apocalípticas. Esta abundante nieve, fruto de una primavera especialmente pródiga en precipitaciones, se ha convertido en uno de los factores que han contribuido a provocar las terribles inundaciones que están asolando Pakistán. En situaciones así es cuando más claro se nos muestra nuestro lugar en la naturaleza: no el de todopoderosos dueños sino un eslabón más, y no el más fuerte, de una cadena que lleva millones de años forjándose. Pero nosotros nos empeñamos en olvidarlo, comportándonos como depredadores suicidas.
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D e ello trata precisamente un documental recientemente estrenado en nuestros cines. Pertenece a la mejor estirpe de este género, a aquellos que despabilan conciencias mientras nos enseñan lo que no sabíamos, o no queríamos saber. Se titula The Cove (La Cala) y, entre otros muchos galardones ha obtenido un Óscar. Sus protagonistas son unos terribles depredadores capaces de acabar en seis meses de cacería con más de 20.000 delfines. Esos cazadores son civilizados pescadores que viven y masacran en un idílico pueblo pesquero, Tiji, situado en el no menos civilizado Japón. La trama del documental tiene más que ver con un apasionante thriller porque sigue las peripecias de un puñado de esforzados que se la juegan literalmente -los pescadores no se andan con chiquitas y además cuentan con la connivencia de la policía y las autoridades locales para grabar esa infamia que tiñe de rojo la pequeña cala donde acorralan a los delfines para ultimarlos. Poniéndole muchas agallas y talento consiguen ocultar cámaras y meterse en medio del horror para dejar testimonio de esta brutalidad que parece no haber gustado nada al gobierno japonés pues no ha autorizado su difusión en su país.
D ocumentales como The cove nos devuelve una de las raíces más enriquecedoras sobre las que se ha sostenido el documental, aquella que le hace ser testigo activo; un instrumento de agitación en el mejor sentido de la palabra porque es capaz de ayudar a cambiar una realidad que está ocurriendo ante nuestros ojos, más que nunca cegados por tanta información. Ojalá que ayude a que lo que ocurre cada año en Tiji deje de una vez de ser invisible para el resto del mundo. Entonces, estaremos un poco más cerca de comprender cuál es verdaderamente nuestro lugar en la Tierra.




