Nos la jugamos en Pakistán
Puentes destrozados, carreteras desaparecidas, más de 1.600 muertos y un futuro cercano donde sólo se adivinan escasez y hambrunas. Este catálogo de desastres es sólo una muestra de a lo que se está teniendo que enfrentar la República Islámica de Pakistán a causa de una sucesión de espantosas inundaciones. Ahora mismo nos encontramos detenidos en el norte , cerca del paso del Gondogoro, a la espera de que la lluvia nos dé un respiro y podamos continuar hacia las montañas que queremos escalar.
Lo que está haciendo especialmente devastador más al sur este monzón -por otra parte bastante intenso en precipitaciones, lo que tampoco es raro- es su alianza con una inusual cantidad de nieve caída la primavera pasada. Desde hace 29 años, llevo visitando regularmente este País de los puros (traducción de la palabra Pakistán), y desde hace diez, en colaboración con los amigos de la ONG Sarabastall, participo activamente en un proyecto de ayuda humanitaria en el norte, justo en esta zona en la que nuevamente se abate la catástrofe. Pakistán es un país fascinante, con unas raíces islámicas muy fuertes y con más de 160 millones de personas que se ha convertido en la pieza clave del tablero del Gran Juego que están jugando las grandes potencias. Esta pieza clave de Asia Central está situada entre Afganistán, Irán, India y China. Cuenta con uno de los ejércitos más aguerridos del mundo, con misiles nucleares. Pero, al tiempo, es uno de los países más pobres y corruptos del planeta.
Pakistán es uno de los contendientes en la guerra más alta del mundo. El otro es la India y el asunto en litigio es la región de Cachemira, que ambos reivindican como propia. Pero también Pakistán es actor determinante en otro conflicto más decisivo por lo que tiene de implicación mundial: la lucha contra los fanáticos del Al Qaeda. Muchas potencias tienen intereses en Pakistán, pero muy pocos son los países que han decidido ayudarles a salir de la pobreza o a poner los cimientos de una democracia moderna. En momentos así es cuando se debe demostrar con hechos la solidaridad internacional. Porque el mundo se juega en Pakistán una partida decisiva.