Mujeres alpinistas y solidarias
Ecribo al tiempo que observo a mis jóvenes acompañantes esforzándose en una pared de roca virgen de mil metros. A mi alrededor, en el hall del refugio de Hushé, se amontonan mis amigos de esta aldea pakistaní esperando turno para ver, a través del potente teleobjetivo de la cámara, los elegantes movimientos de estas chicas. Es la primera vez que se escala una de estas paredes en Hushé y más aún por un grupo de mujeres. Miriam, Magda, Pati, Asun y Maider componen el Equipo Nacional de Alpinismo, dirigido con acierto por mi buen amigo Simón Elías. Qué estúpido y avergonzado se sentiría viéndolas aquel tipo, tan sobrado de misoginia como falto de inteligencia, que definió a una de las primeras alpinistas como "una virgen incapaz de buscar marido".
Es la primera vez que este grupo de jóvenes de diferentes lugares de España vienen al Karakorum con un propósito tan noble como ambicioso: escalar montañas inexploradas al tiempo que ayudan a la integración de las mujeres de la aldea de Hushé, donde llevamos ya diez años transformando la educación, la agricultura y la salud de estas buenas gentes. "Deporte, integración y mujer" es un proyecto impulsado por el CSD y la fundación Deporte Joven. Con ello, en realidad, no estamos sino devolviendo una parte de lo mucho que nos han ofrecido aquí, durante tantas expediciones llevando nuestras cargas a las montañas más remotas de Pakistán. Algunas de sus escaladas ayudarán a que estas montañas sean conocidas por los alpinistas de todo el mundo, quienes vendrán a Hushé y darán trabajo a sus habitantes. Además, ayudarán a resolver los problemas que tienen las mujeres de esta aldea donde seis meses al año la nieve aplasta sus casas y sus sueños.
Vemos que parece que la tormenta les obliga a descender. Pero en unos días volverán ahí arriba a hacer realidad sus sueños y los de muchas mujeres de Hushé que ven a estas chicas con una mezcla de sorpresa y admiración. Cuando acabe este mes de agosto regresaremos a casa con tres cimas inexploradas bajo el brazo, un montón de sueños cumplidos, un salto en alpinismo femenino español y la satisfacción de saber que las mujeres de Hushé son un poco más felices que antes de que llegáramos hasta esta remota región. Se habla mucho de igualdad entre sexos en un mundo cada vez más globalizado. Pero es mejor hacer que hablar. Quizás en no mucho tiempo haya mujeres de Hushé que salgan a escalar las montañas que les rodean desde siempre. Ese día, el mundo será un poco más justo.
M
iro desde la ventanilla del avión que me lleva a Islamabad las cordilleras más grandiosas de la Tierra. Acabo de terminar un viaje asombroso a lomos de una dura moto germánica, empeñada en mantener el tipo más dignamente y averiarse menos que un servidor, recorriendo 3.000 kilómetros del altiplano tibetano y el desierto de Taklamakán, de resonancias legendarias desde los tiempos en los de Marco Polo. Intento recordar cuántas veces he dirigido expediciones a las montañas que intuyo diminutas ahí abajo y cuyos nombres son sinónimo de historia y aventura: las cordilleras del Karakorum, Himalaya, el Hindu Kush, el Pamir, el Kunlun y el Thien Shan, y en el horizonte se pierden el altiplano del Tíbet y las estepas y desiertos de Asia Central.
AAquí se sigue jugando el mundo su futuro, como en los tiempos del "Gran Juego". El nuevo imperio chino extiende sus tentáculos hasta los confines del Xinjiang, imponiendo con puño de acero sus leyes. Policía y militares recorren las calles de Lhasa y Kashgar, donde hace pocos meses se registraron episodios violentos. A aquellas legendarias ciudades de la Ruta de la Seda el proceso de "chinización" las ha convertido en ciudades vulgares, sin alma. La parte antigua de Kashgar está siendo demolida sin que sirvan de nada las protestas internacional.es. Lhasa, aquella ciudad que fue idealizada por los exploradores occidentales, es hoy , tristemente, una quimera. Aquella Lhasa ya no existe. Sin duda podrá discutirse si lo que han traído, por la fuerza, a los tibetanos, era inevitable y es el de verdad el progreso.
PPodrá argumentarse que ahora Lhasa y Kashgar son más modernas, más higiénicas, y además tienen Internet, eso sí, censurado. HDe la misma forma, habrá quien defienda que el chino es un pueblo más preparado y emprendedor que uigures y tibetanos. Pero nada justifica los estragos cometidos ni la violencia ejercida ni la falta de libertad que se respira. Nada justifica lo que que han hecho, y están haciendo, en estos lugares. Además, en el Xinjiang los islamistas están ganando adeptos; es evidente el aumento de símbolos religiosos, y se han convertido en resistentes. Esa región bien pudiera convertirse en el talón de Aquiles de la nueva potencia china. Estos pueblos se merecen vivir en libertad, la misma que se respira en sus desiertos y en sus montañas. Es una exigencia que los países democráticos no debieran canjear por beneficios en las cuentas de la balanza económica con la llamada a ser la primera potencia económica del mundo.