Iker, el de las buenas noticias

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Nunca un nombre está puesto con tanto acierto. Iker significa visitación, el que porta buenas noticias. Cuántas nos ha dado Iker desde que le conocemos y cuántas le quedan por dar. No ha hecho más que ganar y ganar desde pequeñito. Pero no sólo nos ha dado las buenas nuevas de los títulos, la última la del Mundial. De pronto detiene penaltis decisivos, o hace la parada imposible a Perotti, o sale en el minuto 67 de la final de la Novena y su concurso es fundamental para ser campeones. Ha llevado la alegría a muchos hogares del mundo y ha arrancado millones de sonrisas a niños y menos niños.
Iker se llama Iker por insistencia de su padre José. Se marchó a Bilbao con ocho añitos y estuvo hasta los 22. Se casó con Mari Carmen, una buena chica del pueblo de sus padres, Navalacruz en Ávila. Siempre hablaron que cuando tuvieran hijos les pondrían nombres vascos. Era darle un toque distinto. Si el primero era niño le podrían Iker y si fuese niña, sería Ainhoa. Así que el 20 de mayo de 1981 nació Iker Casillas Fernández. Quién les iba a decir que 29 años después en Patabamba (Perú) o en cualquier ciudad española, el nombre de su hijo es elegido por muchas parejas que quieren formar una familia como formaron ellos. Luego, en 1988, llegó Unai, pero esa ya es otra historia...



