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Un Mundial para la unificación

La predicción. La FIFA nos lo anunció. Que el gran valor del Mundial, mucho más allá del fútbol, sería la unificación de un pueblo dividido. Se cerrarían antiguas heridas, se construirían puentes donde antes hubo sólo amargura y división. Se suponía que ese país iba a ser Sudáfrica. Pues no. Sudáfrica ya está muy unida, gracias. Ni estatut, ni ETAs, ni victimismos regionales.

La gran sorpresa. El país que necesitaba curar heridas ancestrales resulta que era España. Y (¡o sorpresa!) algo está ocurriendo por estos viejos lares. ¿Quién se lo hubiera imaginado hace po tiempo: medio Madrid vitoreando a jugadores del Barcelona? Xavi, Puyol, Iniesta, Busquets, Piqué, Villa y Valdés: ¡héroes nacionales! ¡héroes de todos! ¿Dónde vamos a parar?

Alarma. Lo cual nos lleva a algunas preguntas alarmantes. ¿Perderá su morbo y su rencor el Madrid-Barça? ¿Ya no será el ejército catalán versus el estado tirano español? ¿Aplaudirán cortésmente en el Bernabéu los goles de Iniesta y David Villa? ¿Celebrarán en el Camp Nou las paradas de Iker Casillas? ¡Qué horror!

Buen rollo. En Sudáfrica la gran pregunta es si el buen rollo y, más importante, la efi ciente organización del espectáculo más grande del mundo se extenderá como modelo a la vida después del Mundial. Lo del buen rollo nos lo estamos preguntando hoy en España también. A ver qué pasa. Para el bien de la nación, ojalá que sí. Para el bien del fútbol, no lo tengo tan claro.