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Maurice Herzog, el primero de los grandes himalayistas

Hubo un tiempo en el que los alpinistas que se acercaban a las grandes cimas del Himalaya eran aventureros completos: montañeros, diplomáticos, escritores, pintores, militares, músicos, espías y mucho más. Se adentraban en valles perdidos, sin mapas, explorando la región al mismo tiempo que escalaban. Arrastraban grandes riesgos y muchos de ellos se quedaron en aquellos lugares que amaban. Otros fueron perseguidos, encarcelados y la gran mayoría no consiguieron gloria alguna, aunque casi todos consiguieron más de lo que imaginaban.

Quizás la mejor de aquellas expediciones estaba liderada por un hombre excepcional: Maurice Herzog, un resistente que había mandado un grupo del maquis, en el que había algunos españoles, y que conseguiría una proeza indiscutible: alcanzar la primera cima de una montaña de más de ocho mil metros, el Annapurna. El grupo francés estaba formado por seis alpinistas irrepetibles, entre los que se encontraba el gran Lionel Terray, pero fue el talento y el liderazgo de Herzog la clave del éxito que abriría la puerta a la conquista de los 14 gigantes de la Tierra. Pero aquella expedición no sólo dio una lección de alpinismo, de rapidez, ligereza y eficiencia, al conseguir la cumbre en poco más de dos semanas, (sin mapas precisos ni partes de tiempo, ni teléfono satélite, ni serpas que te abran huella, tan habitual en nuestros días), sino que dio un ejemplo de solidaridad en el descenso logrando rescatar a sus compañeros de la muerte.

A pesar de ello Maurice Herzog perdió todos los dedos de las manos y los pies, que le fueron amputados mientras, a hombros de porteadores, descendía a Katmandú. Mientras convalecía en Francia dictó uno de los mejores libros de literatura de montaña: Annapurna primer ochomil, que ahora, gracias a la editorial Desnivel, se reedita en España. Aquel libro, del que se vendieron unos 20 millones de ejemplares, nos empujó a muchos a ir al Himalaya. Por eso cada vez que voy allí pienso en estos hombres que fueron auténticos titanes. Y me hace ser humilde, porque ellos hicieron más con menos medios, fueron más valientes y generosos. Con 91 años Herzog ha estado en Madrid. Su libro acababa con unas palabras que fueron una referencia para muchas generaciones: "En la vida de los hombres siempre habrá otros Annapurnas". Y así fue. Fue el primero y ahora es el último de los grandes aventureros.