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El que manda está muy sereno

Conocíamos la sensatez y el buen juicio del seleccionador pero un Mundial acaba trastornando un poco a todos. No va ser el caso. Incluso he percibido más carga de retranca y parsimonia en Del Bosque. Se nota que lleva meses preparando la gran cita. En lo colectivo y en lo personal. Sabe tanto de los rivales como de los periodistas que le vamos a apretar las clavijas. Y no le intimida ni lo uno ni lo otro. Se llevó una alegría al reencontrarse con su compadre Camacho. No he querido preguntar pero sé que ambos han tenido tiempo para charlar a solas. Seguro que Camacho le ha transmitido su experiencia de Corea. Ambos son generosos en eso de regalar amistad, desde los lejanos tiempos en los que Del Bosque cocinaba para todos en el piso de soltero, cuando eran jugadores.

Uno de los hijos de Vicente le ha pedido poder subirse al autobús que transporte la Copa del Mundo a su llegada a Madrid. Lo que no sabe el chaval, cuando le hizo tan entusiasta demanda, es que en ese autobús queremos ir todos y que, más que nunca, el jefe de la selección ha logrado que eso sea un sentimiento común. Del Bosque, en dos años de mandato, ha enterrado rencillas de unos y de otros, pequeñas miserias que estaban instaladas en el entorno del equipo desde hace varias décadas. En este Mundial no hay nadie que esté esperando con la escopeta cargada y eso es culpa del salmantino. Entiende su profesión desde unos valores éticos que le han hecho caminar por la vida de forma austera y solidaria. Por eso nos deja muy tranquilos verle tan entero.