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España gana a Madrid

En las estaciones secas del Barça nuñista, el presidente se protegía del tiroteo tras un sinfín de trofeos de baloncesto, balonmano, hockey o atletismo. Convenía que el FC Barcelona perdiera la F, como si en un siglo de existencia nadie hubiera pegado una patada a un balón allí. Lo mismo le ocurría al deporte español. Ahora no. Ahora apetece hablar de fútbol. En el Camp Nou y en el CSD.

La Eurocopa nos ha extirpado un complejo histórico en un deporte del que siempre nos gustó presumir y casi nunca pudimos hacerlo. Y el Gobierno se pone al frente de esta manifestación de júbilo hasta el punto de que, leyendo a Lissavetzky, la organización del Mundial de 2018 está a la cabeza de sus prioridades. Incluso a costa de que siga durmiendo una siesta más el sueño olímpico. Un Mundial aquí es un gran negocio y una gran oportunidad de hacer y vender país. Y nadie mejor que esta Selección, que ya tutea a Nadal y Gasol, para defender la candidatura y ganar dos veces: en Sudáfrica el 11-J y en Zúrich el 2-D.