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Un bombín que ya es de leyenda

Y la vida continúa. Incluso la mañana después de un terremoto, como en la película de Kiarostami, necesitamos el fútbol para sobrevivir. Incluso con la Selección a punto de despegar, apilando la ilusión en sacos terreros para resistir como los boers en Sudáfrica, el madridismo quiere nombres. Y no sólo el de Mourinho, que también. Sí, la vida continúa, y para eso Florentino ha sido el chamán de la ilusión, capaz de hacer olvidar una temporada con una sorpresa en la chistera. O mejor en el bombín, que es el chapeau madridista por excelencia desde que Bernabéu descubrió a Di Stéfano en la visita de Millonarios a las Bodas de Oro del Madrid. En 1952, Don Santiago se quitó el sombrero y lo colocó en los carteles de aquel 50º aniversario. Esa imagen de poderío con bombín perdura. ¿La vida continúa?

Pues no. La vida pasa, sí, pero algo es diferente. El presidente ha cambiado la hoja de ruta: él, que nunca quiso que su proyecto dependiese de un entrenador, busca a Mou. Él, que quería fichar sólo a los mejores del mundo para combinarlos con la cantera, arregla una plantilla descompensada sin bandas ni volantes con nombres (Di María, De Rossi, Kolarov, Maicon) que probablemente nunca oyó. Él, que soñó un Madrid con bombín, se ha despertado el día después del terremoto.