Un gran deportista y buen hombre
Es uno de los grandes deportistas de élite de nuestro país. Y tras 19 años en activo, (siempre en la División de Honor, menos uno), se retiró el pasado fin de semana en uno de los ambientes más emotivos que puede vivir un deportista. Quizás muchos estén pensando en Guti, Raúl, Pellegrini, u otro de los nombres millonarios de nuestro deporte. Pero no. Como otros muchos grandes deportistas españoles, Samuel Trives, extremo derecho del equipo de balonmano Alcobendas, no se codea con astros del fútbol, el tenis o la Fórmula 1. Trives es de esos grandes deportistas, anónimos, sacrificados y con sueldos escasos, que tratan de compaginar su pasión deportiva con, frecuentemente, un incierto futuro laboral.
Sin embargo, son ellos los que sostienen la enorme pujanza de nuestro deporte. La sólida base sobre la que se mantiene lo que somos y lo que logramos en deporte. Personas como Sam, como le llamamos sus amigos, son las que nos hacen sentirnos orgullosos de pertenecer a esa misma pasión. Conocí hace seis años a Sam en un partido en Zaragoza en el que luchaban por no bajar a Segunda. Perdieron y, a pesar de ello, subió a felicitar al presidente del club contrario, que es un buen amigo, el doctor Ricardo Arregui. Me sorprendió su exquisita amabilidad, tan ajena a otros ámbitos como el futbolístico, y sobre todo su bondad. A partir de entonces hemos hecho una gran amistad, de esas a salvo de distancias y contingencias, y puedo asegurar que Sam es una de las mejores personas que he conocido. Un dato lo avala: sus mejores amigos son extremos izquierdos de los equipos rivales, la gente que ha tenido delante y con la que se ha peleado deportivamente.
Se distinguió por la defensa de los jugadores frente a los clubes, valiéndole aprecios y unas pocas represalias. Vivió momentos de alegrías imborrables, entre ellas la consecución de 16 campeonatos y subcampeonatos europeos y nacionales; y también tristezas, como cuando tuvo que cambiar de club para seguir jugando. Ha recorrido España, con su familia del brazo, para seguir luchando y jugando. Todo lo que es se lo debe a su tesón, su fortaleza y su ética de persona comprometida con el deporte y la solidaridad de los deportistas. Cuando el otro día le abracé en el Pabellón Amaya Valdemoro, le animé con algo que yo mismo he sentido. Cuando una vida se termina, pasa algo fantástico porque puedes comenzar de cero, con la ilusión de un niño pero con todo el bagaje de lo aprendido en todo ese tiempo. Salud y amistad, amigo. Suerte en lo que comienzes porque te la mereces.
Sebastián Álvaro, creador de Al Filo de lo Imposible