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Es una pena pero el Real Madrid tiene que dejarse de esperar y esperar a que caiga del cielo, o de las botas de un solitario crack, el juego bonito. Ha llegado la hora de crear y consolidar un proyecto triunfador. Si de paso hay espectáculo, pues bienvenido sea. Pero lo que ha habido esta temporada recién concluida no ha sido ni chicha ni limoná. Es verdad que el Madrid ha acumulado muchos puntos pero ha sido (perdón, pero es verdad) en una Liga inferior en la que la mayoría de los equipos se enfrentan a los dos grandes con complejos, sin apenas la ilusión de poder ganar. En Europa, ni hablemos, y la mayor virtud del juego desplegado ha sido la furia, no el orden, mucho menos la armonía.

José Mourinho ofrece la mejor posibilidad que hay de que el Madrid emerja de la larga sombra del Barcelona y se convierta en el equipo arrollador que, por antigua tradición, debería ser. Si viene, furia habrá, y más. Un estilo definido y orden en todas las líneas, también. Pragmatismo a la hora de enfrentarse a un Barça que amenaza compensar las pifias del mercado de fichajes del verano pasado con la compra de David Villa y Cesc Fábregas, eso seguro.

Pero tampoco creo que haya que caer en el tópico de suponer que con Mourinho el Madrid va a jugar feo; que se va a convertir en un equipo rácano como el que eliminó al Barça de la Champions en el Camp Nou. La gran virtud de Mourinho es saber exprimir al máximo el talento del que dispone. En el Inter, con un equipo de viejos y descartados, ha hecho maravillas. ¿Qué hará con jugadores frescos y habilidosos como Cristiano Ronaldo, Kaká, Higuaín y Xabi Alonso? ¿Con grandes defensas como Pepe y Sergio Ramos? Maravillas también. Y a futbolistas que esta temporada han jugado por debajo de su potencial, como Benzema (si se queda) y Lass Diarra, les sacará lo mejor de sí. Mourinho sabe. Es hora de que el Real Madrid tenga un rey al mando.