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Una calificación muy complicada

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De forma reiterada, he expresado mi disconformidad con la selección de las nuevas escuderías de Fórmula 1 para esta temporada. No me parecía mal que la parrilla creciera, pero no compartía ni las formas ni el fondo sobre la proclamación de los elegidos. Me pareció una maniobra encubierta de Mosley, que se traducía en proyectos de escasa solvencia, con poco que aportar a la élite del automovilismo mundial. Creo que en la F-1 no vale todo, ni para los pilotos, ni para los equipos, ni para los circuitos, ni los organizadores. Esto es el no va más, lo mejor de lo mejor, la excelencia llevada a su última expresión. Y ver coches perdiendo piezas por la pista o pilotos rodando ocho segundos más lentos que la cabeza no me parece que se ciña al guión que ha hecho grande a este deporte.

Hoy podemos encontrarnos con una calificación complicada en Mónaco. Este gran premio no se corre en un circuito, sino en las estrechas y reviradas calles de una ciudad portuaria convertida en una pista de competición. Y con ese panorama de 'chicanes móviles' sobre el asfalto entorpeciendo a los que luchan por la victoria, los problemas estarán, seguro, al acecho. La Dirección de Carrera ya ha advertido a los lentos de que se esmeren, ya veremos si son capaces. Más allá de esta problemática puntual (significativa, en cualquier caso, cuando tanto hay en juego), lo importante sería que la experiencia invitará a un ejercicio de reflexión generalizado. Hay que plantearse si esta es la Fórmula 1 que queremos, con media docena de coches que no tienen el nivel de competitividad mínimamente exigible. Sí, ya sé que para que haya ganadores debe haber perdedores, que los buenos existen porque hay otros peores, pero todo dentro de unos límites que, personalmente, creo que esta vez se han sobrepasado.