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Hamilton cayó en la trampa de Alonso

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La de Montmeló, está claro, no fue de esas carreras de Fórmula 1 que te levantan del asiento (que las hay, lo mismo que aburridas). Las posiciones de cabeza quedaron definidas desde prácticamente la salida y, con la imposibilidad de adelantar en este circuito, los pilotos se dedicaron a conservarlas a la espera de acontecimientos imprevistos, como los que después se produjeron. Sin embargo, esa percepción no debe interpretarse como ausencia de tensión en la pista, ni mucho menos. Se puede presionar a un rival 'metiéndole' en coche en las curvas pero también de una forma más sutil, desde la distancia. Y eso fue lo que hizo Alonso con Hamilton, tal y como se desprende del análisis del vuelta a vuelta de ambos en la fase final de la carrera, como pudimos comprobar ayer en la crónica de Carlos Miquel en el AS.

Hamilton es un grandísimo piloto, campeón mundial, con valiosas virtudes... y algunos defectillos, como todos. Lo mejor y lo peor del británico puede incluso llegar a mimetizarse, porque una de las cosas que le pierden es su tremenda ambición, su competitividad desmedida. Alonso le lanzó un órdago con su amago de remontada y el de McLaren lo aceptó con valentía y eficacia. Ni pensó en administrar su ventaja, más que sobrada, sólo tenía en mente impedir que su enemigo natural pudiera dar a entender que era más rápido que él. Su ritmo en esas vueltas fue excesivo e innecesario, propio de un talento descomunal como el suyo... pero mal gestionado. No quiero decir con esto que el reventón de su neumático se hubiera evitado de no haber forzado tanto, aunque quizá sí... Ya nunca lo sabremos, pero Hamilton debería pensar ahora si tanto riesgo estuvo justificado. Porque los mejores no siempre son los más rápidos, sino los más inteligentes.