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El Clásico y Alejandro Magno

Es de suponer que Guardiola ya tendrá a su equipo de "animadores audiovisuales" escogiendo una canción o uno de esos ya famosos vídeos destinados a enardecer la moral de sus muchachos. Aunque, viendo el partido contra el Arsenal, no creo que lo necesiten. Como madridista convicto y confeso, me gustaría ofrecer una modesta contribución en forma de parábola -en este caso rigurosamente histórica- que ayude a elevar el ánimo de los nuestros ante el crucial encuentro del sábado. Y como Pep tira del gladiador hispano al grito de "¡Fuerza y honor!", yo lo haré tras las huellas de Alejandro el Magno. Pongamos a funcionar la imaginación: nos encontramos en Gaugamela, cerca de la que hoy es la ciudad iraquí de Mosul, el primer día de octubre del año 331 antes de Cristo. La batalla está a punto de comenzar entre las tropas de Alejandro y las huestes del rey persa Darío III, dueño del mayor imperio conocido hasta entonces. Los griegos habían cruzado el Helesponto y era el momento decisivo: no había vuelta atrás y si perdían lo perderían todo.

Fue una de esas batallas en las que se jugaba el futuro de la Humanidad. Infantes y caballería griega se enfrentaban a una mayor cantidad de soldados persas, a los que apoyaban mortíferos carros de guerra, dotados de cuchillas en las ruedas, y hasta elefantes. Para qué engañarse: la cosa pintaba mal para aquel jovenzuelo macedonio (frisaba los 25 años) y sus compañeros de aventura. Es cierto que ya eran soldados bregados y con muchas victorias a sus espaldas, pero nunca habían tenido enfrente una máquina de guerra tan abrumadora. Los persas eran muy superiores, sobre el papel, a los macedonios. Así que Alejandro comenzó a usar la cabeza antes que la espada.

La noche anterior, con los ejércitos ya formados, ordenó a los suyos que descansasen mientras Darío, temiendo un ataque, ordenó a sus soldados mantener la posición toda la noche, algo que pesó en la moral y en la fatiga del enemigo. Luego, Alejandro tuvo iniciativas geniales, como disponer sus efectivos en forma de rectángulo y utilizar la caballería de forma más rápida y ligera. En el momento decisivo, Alejandro se lanzó al frente de su caballería pesada, los "compañeros" como así se llamaban a sí mismos, directamente hacia donde se encontraba el rey persa, que, viendo lo que se le venía encima, huyó despavorido. La audaz decisión de Alejandro hizo que la victoria se decantase del lado griego. Y colorín, colorado el coraje y la inteligencia unidos le volvieron a dar el triunfo a Alejandro Magno.

Sebastián Álvaro, creador de Al filo de lo Imposible.