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Cristiano, el nuevo clavo ardiendo

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Se agradece que vuelva la Liga. Para el madridista, estas semanas de Champions se han convertido en una penitencia. Los miércoles toca comer pescadilla hervida, como cuando éramos niños, pero el fin de semana nos ponemos las mejores galas y la mesa se llena de jamón ibérico y solomillo de buey. En la Liga el Madrid mira con la cabeza erguida, su retrovisor indica que el todopoderoso Barça sigue a rebufo y, por encima de todo, el Bernabéu se llena porque eso de poder ver in situ al otro mejor jugador del mundo es un privilegio. Cristiano Ronaldo mantiene viva la esperanza en este proyecto y en este club singular. El portugués es un dragón de mil cabezas, con un empeño en hacer historia que quizá le haga cometer algún error en algún gesto, pero es injusto demonizarle por eso y menos justificar ese muestrario de patadas que recibe en cada partido para que luego sus verdugos presuman en el vestuario: "Macho, ¿has visto qué leche le he dado al portugués de las tres mil abdominales...?".

Cristiano debe ser inteligente y no caer en ese juego perverso que sólo busca que pique el anzuelo para que vea la roja. Este chaval es un portento y su mejor respuesta son sus goles y sus tomahawks. Si esta noche mantiene la racha ante Juan Pablo, igualará otro récord y seguirá dejando huella en esa carrera alocada con Messi por el Tourmalet del fútbol mundial. Pellegrini lo definió bien ayer: "Cristiano no es provocador, es encarador". Así es. Le pido al francés Gregory que no pretenda pasar a la posteridad como el tal Diawara. El espectáculo necesita de messis y cristianos. Sin ellos, esta Liga sería como la antigua carta de ajuste. Soporífera