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Tropezar en la misma piedra

La imagen que el Sporting dio en Palma de Mallorca fue decepcionante. Preciado asume como propios los errores que llevaron al equipo a una dinámica desoladora, en la que la excepción se llama Rivera. El manchego es todo un ejemplo de actitud, de entrega, de desgaste durante 90 minutos más las propinas de los cronómetros arbitrales. En general, el equipo no es que haya jugado mal, sino que, simplemente, no jugó. El encuentro recordó al de Almería, hace casi un mes, en el que la derrota rojiblanca encendió la alarma a una afición ejemplar, que en el Ono Estadi se dejó notar con medio millar de seguidores y con voces que superaron a la afición local, hasta que las fuerzas de los goles bermellones secaron las gargantas de los más entusiastas viajeros.

El Sporting es un equipo extremista, capaz de lo mejor y de lo peor, con fuerzas suficientes para hacer frente a los grandes, pero también con un carácter débil para dejarse llevar por los que ocupan los puestos más bajos. El mismo Sporting que impidió que el Real Madrid ganara en El Molinón fue el que no supo ganar en Jerez y el que en Tenerife y Valladolid se relajó cuando lo tenía casi todo a favor. La derrota de Palma fue casi tan sonrojante como la de Almería. Las del Tenerife y del Valladolid mantienen un colchón de once puntos de ventaja sobre el descenso, a trece jornadas del final y pendiente de recibir a los colistas en El Molinón, lo que no deja de ser un riesgo. La única forma de amarrar la tranquilidad es no tropezar en la misma piedra, como en Palma.