Que mañana pite Ramos Marcos...

Que mañana pite Ramos Marcos...

No olvidaré el triste final de una escapada de weekend a la playa de Gandía con mis amigos Charly, Harry y Palomo, a mediados de los 90. Magnífico solecito invernal y mucha euforia sana en esa edad en la que hablar de fútbol lo es todo. Al regreso, el coche empezó a echar humo por su parte delantera y apenas tuvo fuerza el motor hasta detenernos en una estación de descanso de Motilla del Palancar. Alguien reparó: "Aprovechemos para ver el Depor-Madrid mientras nos arreglan la avería". Bocatas de jamón, panceta y cerveza 'con'. A la media hora, Riazor era una fiesta y nosotros un funeral. Tres goles de Turu Flores, Fran y Pauleta ya habían dibujado una nueva debacle en A Coruña. Cuando Turu Flores repitió y selló el 4-0 final llegó el remate por parte del mecánico: "Señores, tiene roto el manguito y la lengüeta. Hasta mañana, imposible". Regresamos a Madrid en un autobús de línea que llegó a Conde de Casal a las seis de la mañana

En eso consiste la maldición de Riazor. Han pasado casi dos décadas y allí se han estrellado los proyectos de pizarra (Benito Floro, Valdano, Capello, Toshack), los más racionales (Hiddink y Del Bosque) o los indefinibles (Queiroz, Luxemburgo y Schuster). Sé que la vida ha cambiado, que en 1991 había pesetas y duros, que las botas de fútbol no eran de colores y los árbitros iban de negro. Por cierto, en aquella última victoria de hace dos décadas nos pitó Ramos Marcos. Debe ser el último que no fue abducido por el Villarato