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El placer de un campeón impecable

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Todo un lujazo la visita de Carlos Sainz y su copiloto, Lucas Cruz, a AS. Y una deferencia hacia este periódico y sus lectores que debemos agradecer, porque su agenda de los últimos días está siendo casi más intensa y agotadora que el Dakar que acaban de ganar. El madrileño es profesional y perfeccionista, diría que casi hasta lo enfermizo, y tiene claro que una parte de su trabajo es compartir sus éxitos con todos aquéllos que los esperan y los celebran. Es lo que tiene ser un campeón tan impecable como él. Demuestra que se puede ser competente en las carreras y fuera de ellas, que no es incompatible disfrutar del relumbrón de las leyendas con la amabilidad y el compromiso hacia los demás. Algo que no siempre sucede en este mundo del deporte...

Por ello creo que nos regocijamos tanto de este éxito de Carlos. No sólo porque sea merecidísimo, también porque logra gestionar la gloria con la normalidad de quien sabe bien que es tan efímera como el paso del tiempo. Cuando se ha sufrido se valora mejor el éxito. Y Sainz ha encontrado muchos escollos en su camino a lo largo de tantos años de competiciones, pero siempre ha salido vencedor porque, sea cual fuere la circunstancia, ha mantenido la dignidad y las formas. La verdad es que me parece un personaje envidiable, de esos que hacen bien cuanto se proponen y, encima, tampoco se dan demasiada importancia por ello. Sobre todo ahora, cuando mira el paisaje desde la perspectiva de la veteranía. Pues eso, campeón: felicidades y gracias.