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Teoremas y pasiones deportivas

No me suelo perder esas panorámicas por las gradas que da la cámara durante la retransmisión de los partidos de fútbol. Resultan más iluminadoras que las opiniones de los expertos sobre el resultado final y son la mejor prueba de lo profundo, para bien y para mal, que cala en el ánimo la pasión por el deporte, tan inexplicable para quienes no la sienten. Veía el pasado martes las caras de los aficionados del Barça, tras la derrota sufrida a manos del Sevilla en el partido de ida de los octavos de final de la Copa del Rey, y pensaba cuán cruel suele ser el destino de los Reyes Magos, repartiendo suerte o carbón a diestro y siniestro. Y también recordé lo que acababa de leer sobre un anciano que había muerto en un estadio a causa de un berrinche provocado por la derrota de su equipo. El abuelo en cuestión era griego, se llamaba Tales y su fatal cabreo ocurrió hace algo más de 2.500 años.

Seguro que muchos le conocerán de sus tiempos escolares, pues se trata del creador del teorema que lleva su mismo nombre. Pero Tales se ha ganado su puesto de privilegio en la Historia de la Civilización humana por muchas otras razones. No en vano, está considerado como el primer filósofo de la Historia y el más destacado de los Siete Sabios de Grecia. Era distraído, como asegura el tópico que son todos los sabios, pero también curioso y disponía de una notable capacidad de observación y reflexión, algo tan poco frecuente hoy en día. Tales de Mileto, además de un brillante astrónomo y matemático, era un hombre agudo y le debemos el haber dejado de lado explicaciones míticas (con dioses y héroes de por medio) para comprender el mundo. Cuando le preguntaron cuál era la empresa más difícil para un hombre él respondió: "Conocerse a sí mismo". Sin embargo parece que sus convecinos no tenían en mucho aprecio a aquel chiflado siempre absorto en sus cálculos, hasta que los sorprendió a todos prediciendo, según cuenta Herodoto, con exactitud un eclipse de sol el 28 de mayo del año 585 antes de Cristo.

Pues bien, este sabio siempre ocupado en reflexiones filosóficas, astronómicas o matemáticas tenía otra pasión: el deporte. Una afición que a la postre le resultaría fatal. Cuentan que, siendo ya un anciano -contaba 75 años según unas fuentes o 90 según otras- Tales asistió a la LVIII Olimpiada. Fue tal el disgusto que se llevó al ver perder a su equipo que le dio un ataque y murió en las gradas del estadio. De alguna manera confirmaba así una de sus aseveraciones en las que consideraba el alma -para él inmortal- como nuestra gran fuerza motriz. Un alma que se nutre de sabiduría pero también de pasiones.

Tales demostró -quizá de una forma demasiado radical, con su muerte- que ambas no sólo no son incompatibles sino imprescindibles para comprendernos. Que gane su equipo favorito y cuando tengan dudas, más que quedarse en las gradas rumiando el enfado, miren al cielo como hacía el viejo sabio.

Sebastián Álvaro es creador de 'Al Filo de lo Imposible', de TVE.