Benito Guerra ha ganado el Campeonato de España de tierra en el Grupo N. Pero con todos mis respetos para el mexicano, para mí el campeón de esta temporada se llama Albert Llovera. Lo que ha hecho el andorrano al volante de un Fiat adaptado a sus condiciones físicas, la verdad, es algo que se escapa de mi entendimiento. Estar a ese nivel nunca es fácil, pero hacerlo pilotando sólo con las manos es algo que me parece prodigioso. Sigo la trayectoria de Llovera desde hace mucho tiempo, pero nunca deja de sorprenderme... y sobre todo de admirarme. Y más que por su indudable talento deportivo, por su energía vital.

Sus grandes éxitos no son los que consigue en la competición. Su verdadera victoria ha sido en la batalla contra una desgracia que a muchos les habría amargado la existencia... pero no a Albert. Muy al contrario, le plantó cara a la adversidad y decidió que la vida merece la pena ser vivida, incluso desde una silla de ruedas. Sé que suena a tópico y me disculpo por ello, pero no puedo evitar la reflexión de que el suyo es un ejemplo para todos. Un espejo en el que mirarnos ante las dificultades, el desánimo o la debilidad. Yo, al menos, pienso muchas veces en Albert, porque me gustaría ser tan valiente como él.