Me he pasado muchos domingos trasnochando por culpa de Roberto Carlos. A través de las transmisiones de Canal+ Fútbol de la Liga turca he seguido muchos partidos del Fenerbahçe en los dos últimos años. Allí el brasileño lo es todo, hace y deshace a su antojo, juega de extremo y hasta de delantero centro, bromea con la gente de la grada cuando va a sacar de banda... En suma, disfruta de su profesión. Es el Roberto Carlos de siempre, el que hechizó el Bernabéu durante once años en los que recorrió más kilómetros que el gaseoducto que traspasa Siberia de palo a palo...

Sé que a sus 36 años parece una temeridad imaginarle surcando de nuevo la banda izquierda de ese estadio que echa de menos sus arrancadas explosivas, sus carreras vertiginosas y sus misiles tomahawk en los tiros libres. Puskas jugó aquí hasta los 39 años, Di Stéfano hasta los 38 y Gento hasta los 37. No me parecería tan disparatado que durante seis meses nos deleitase por última vez. ¡Y gratis total!

Además, se cerraría una herida con el brasileño, que debió recibir un homenaje por todo lo alto aquella noche de locura en la que su Madrid ganó la Liga del Clavo Ardiendo. RC3 se fue dolido. Esperaba algo más. Para mi generación, Puskitas ha sido el mejor extranjero de todos los tiempos. Y para los veteranos, sólo Di Stéfano le superó. Roberto, vuelve a casa por Navidad...