Las manos heridas de Hassan Jan
Hay historias de amigos que, inevitablemente, quedaron postergadas por el accidente de Óscar Pérez que tuvo en vilo a España entera. Una de ellas es la de nuestro amigo Hassan Jan, un porteador de altura de Hushé, la aldea del Karakorum con mayor proporción de habitantes dedicados a tan dura y noble profesión. Hassan vino a enseñarme cómo se le habían quedado las manos después de haber ayudado a la coreana Go a apuntarse su undécimo ochomil, el Nanga Parbat. Go, junto a su compatriota Ho, Gerlinde, Edurne y Nives, estaba en la carrera por acabar los catorce ochomiles, algo que ella no tendrá ocasión de realizar pues precisamente se mató a la bajada del Nanga. Desde los tiempos de George Mallory y las expediciones británicas al Everest, que bautizaron a sus serpas como "los tigres" del Himalaya, estos hombres han escrito algunas de las páginas más gloriosas de la conquista de las montañas más altas del mundo. Han sido héroes silenciosos y anónimos sin los cuales no se entendería una de las actividades deportivas más arriesgadas y cercanas al corazón de los hombres. Aunque unos pocos, como Tenzing Norgay o mi amigo Abdul Karim, han sido reconocidos y homenajeados en sus países de origen, la gran mayoría se contenta con ganarse la vida, algunos muy bien, con lo que reciben de las expediciones. Sin duda algo ha cambiado en estos últimos tiempos en la relación que mantienen con las expediciones que les contratan. Por supuesto que nada más lejos de mi intención que el dar una imagen suya idílica, pues también los hay vagos y estafadores, como en otras muchas empresas, dispuestos a escaquearse a la menor ocasión. Claro que ellos tienen mejores excusas, pues una tormenta a 7.000 metros es más fácil de aceptar como tal que una pequeña gripe.
Hassan no es de esos. Lo conocí hace 15 años y enseguida Karim me hizo ver que era de la gente que merecía una oportunidad. En nuestras expediciones no sólo creció como profesional sino también como persona. Ahora es de la gente más próspera de su aldea y, lo que es más importante para él, de las más respetadas. Ha ayudado a mucha gente, como Go o Edurne entre tantos otros, a llegar a las cumbres y lo ha hecho con valentía. Hicimos todo lo posible por Hassan. Le administramos medicinas y nuestros médicos intentaron que la pérdida de sus dedos fuese la menor posible; pero tenía que sufrir amputaciones que ponen en riesgo su futuro profesional. La expedición de la que formaba parte ni le llamó y la agencia que le contrató apenas le pagó la mitad del salario mínimo interprofesional en España. ¿Ustedes comprenden que haya gente así?
Sebastián Álvaro, creador de Al Filo de lo Imposible.