Revilla no se merecía este palo

Revilla no se merecía este palo

El martes pudo ser un gran día, que cantaría Serrat, pero acabó plomizo y con un silencio sólo roto por los fogonazos de Messi, los silbidos a Alves y la rabia contenida de miles de racinguistas que vieron a once camisetas andantes rendirse sin condiciones ante el Barça desde el pitido inicial. Miguel Ángel Revilla, un político que vive entre su pueblo como si fuera uno más de ellos, llevaba todo el día paseando por las calles de Santander animando a la afición cántabra a creer en el milagro de plantar cara al Barça de las cinco copas.

Tuve el honor de poder ver el partido en el palco del Sardinero porque él quería que sumase también mi aliento para reforzar la fe del Racing en la gesta. Por la tarde y mientras comía bocartes en el Asador Marino Tonino firmaba el empate, pero a una hora del partido ya estaba como una moto haciéndose fotos a diestro y siniestro convencido del 2-1 final. "Somos el Racing y nadie nos arrugará. ¡Los cántabros nunca nos rendimos!". 18.000 bufandas cantando La Fuente de Cacho aumentaban la sensación de noche grande para la tropa de Munitis...

Pero empezó el partido y el equipo de Mandiá se amuralló en torno a Toño, se arrugó como una colilla y no dio una patada ni al aire. No hubo combate. Fue un simulacro. Revilla se fue hundido. Y yo con él...