A la séptima final se llega con un plus
Recuerdo el traspié de hace dos años en Madrid, frente a Rusia, y cómo la Federación y la prensa preparábamos la celebración posterior en la plaza de Colón. Se llegaron a repartir acreditaciones, aún guardo la mía, también la desilusión. Me viene a la cabeza el Eurobasket de 1983 y la final perdida frente a Meneghin, Sachetti y compañía después de aquella canasta de Epi a la Unión Soviética que nos hizo creer en el oro; y la derrota con Italia en 1999 en un gran torneo de Herreros. Plata. Y el resbalón ante Lituania en Suecia 2003 con Pau Gasol soberbio en ataque (36 puntos), pero cediendo en el rebote con Zukauskas. Muchas decepciones, ¡tantas finales perdidas! Todas, las seis.
A la séptima, la vencida, llevamos años soñándolo. Una gran selección como la española no debería seguir sin un título europeo, cuando otros, como Grecia, coleccionan dos. En estos años hemos pagado la novatada, la superioridad del rival, el exceso de euforia... Ahora, sin embargo, las enormes dudas del inicio del campeonato han dado al equipo un plus, más intensidad y concentración. Después de la catarsis y la mejoría de los lesionados, España ha recobrado el nivel de los buenos días en los últimos tres veranos. Si repite hoy, como no hizo en 2007, será campeona. Al rival, respeto; pero, en una noche sin sorpresas, no hay enemigo de nuestra talla.