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Un arreglo vengonzoso e insultante

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Me duele admitirlo, pero hoy siento vergüenza de este deporte. El apaño en la trastienda al que han llegado Renault y Max Mosley me parece un ataque y un insulto a los principios de la deportividad, de la honestidad e incluso de la decencia. No se puede montar la que han montado Nelson Piquet, Briatore y la FIA para después resolver el conchaveo en un arreglo propio de la mafia: le entregan al capo la cabeza de su enemigo y aquí todos tan contentos. Resultaría inaceptable en cualquier circunstancia, pero especialmente terrible a la vista de lo que se está juzgando. No se trata de una jugarreta de pillos, de una trampilla sin trascendencia; pedirle a un piloto que se juegue la vida estrellándose para que gane otro es absolutamente inaceptable.

Este escándalo necesita una explicación, exige depurar responsabilidades. La FIA debe aclarar qué sucedió en Singapur el año pasado y castigar a los causantes de tanto despropósito, sea el equipo como culpables o Nelsinho por sus injurias. Lo que no me vale de ninguna de las maneras es que se satisfaga el ansia de venganza de Mosley, Briatore y Symonds peguen la espantá y los demás nos quedemos con cara de tontos porque ya no hay a quien colocarle el mochuelo. Ojalá que el Consejo Mundial no termine de echar la última palada de tierra sobre la tumba de la dignidad en la F-1. Porque si todo termina, como parece, con una negociación clandestina, este deporte, insisto, habrá perdido una gran parte de su credibilidad. Si es que le queda algo...