Que nadie toque las campanas
Fue encomiable la garra y la raza de la Selección para enmendar un inicio de partido difícil, en el que reincidió en errores. El parcial de 23-0 reportó al grupo a tiempos mejores. Muy emotivo, pero no toquemos aún las campanas. La reacción se produjo tras mover Scariolo el banco, después de un cambio total de mentalidad defensiva, cuando se avecinaba otro naufragio. En esa situación extrema el equipo emergió, robó balones y corrió, recuperó señas de identidad y se impuso jugando de otra manera, con velocidad, lo que no anula automáticamente las lagunas previas: el rebote defensivo, los atascos en estático, los problemas en el tiro, que Rudy y Navarro se entiendan a la vez en cancha, que lo hagan los Gasol...
España ha recuperado impresiones perdidas, algo vital a estas alturas, ve la ruta a afrontar, aunque continúa escalando con un gran lastre, con fallos que no ha solventado. Y a fin de cuentas en la clasificación se mantiene en las mismas, debe ganar a Polonia mañana para meterse en cuartos. No hay más. Enfrente, el anfitrión, arropado por su público y, probablemente, por los árbitros, como es tradición en los torneos FIBA. Porque imagino ya los 11.500 asientos del Arena de Katowice sin polacos en la fase final. Pues eso, que si ayer se dio un paso, aún faltan cien y la zancada no es la de estos años.