Alguersuari logró ayer un tiempo mejor que el de Alonso en Spa. Eso es una evidencia indiscutible. Otra cosa bien distinta son las condiciones en las que rodaron cada uno de ellos, que lógicamente determinan el rendimiento. Y esta circunstancia derivó en un fenómeno que no por previsible, dejó de sorprenderme: la necesidad incontenible de comparar a los dos españoles. Muchos fueron los que, de inmediato, se lanzaron a proclamar a los cuatro vientos que Jaime había sido más rápido que Fernando (y también, de paso, su compañero Grosjean). Estaban en su derecho, por supuesto, pero insisto en que un análisis de lo ocurrido en esa sesión libre llevaba a conclusiones no tan evidentes sobre la superioridad de los jóvenes rivales del asturiano.

Sin embargo, lo que no comparto en absoluto es ese planteamiento de tener que compararles, básicamente porque juegan en categorías distintas. Uno de ellos es un novato prometedor y el otro, un campeón del mundo consagrado. Sus caminos están aún muy lejos de cruzarse y, cuando ocurra, tiempo habrá de establecer esas confrontaciones que tanto gustan a algunos. Además, pienso que entrar en tal dinámica no beneficia a ninguno de ellos, que deben de preocuparse de cosas mucho más importantes que lo que ha hecho un rival que en realidad no lo es. Intuyo que ésa no es precisamente su batalla, pero tampoco me gusta que se intente alimentar una rivalidad que, insisto, no debería existir por ahora... aunque terminará habiéndola muy probablemente.