Fernando Alonso nos colocó en el mapa de la Fórmula 1, donde hasta su eclosión España apenas había existido más allá de una anécdota en relación a otros países de su entorno o de su categoría socioeconómica. Ahora tenemos un bicampeón mundial, dos grandes premios en nuestro territorio, el año que viene habrá un equipo valenciano y hasta podemos llegar a juntarnos con tres pilotos en la parrilla. No está nada mal, desde luego, sobre todo si tenemos en cuenta de dónde veníamos. Sin embargo, mirando las cosas con más perspectiva, a nuestro automovilismo aún le queda bastante para poder ser considerado como una gran potencia en el contexto general de la historia de la especialidad, ésa escrita por inolvidables páginas de gloria.

En la clasificación de victorias figuramos en el puesto undécimo, no sólo lejos de los primeros clasificados sino también por detrás de naciones como Australia, Estados Unidos, Austria o Finlandia. Bien es verdad que a la hegemonía de muchos de ellos han contribuido pocos pilotos (por ejemplo, Alemania le debe su segunda posición a Michael Schumacher), pero es que ése también es nuestro caso con Alonso. Así que ahora que los cimientos están consolidados, lo importante es seguir trabajando para que España tenga realmente el peso específico que todos deseamos en los grandes premios. Sin duda, a partir de aquí el camino será más llevadero, pero tampoco conviene relajarse ni confiarse, porque siempre hay quien llega pisando fuerte.