Para ser honesto, debo empezar diciendo que soy amigo de Aspar desde hace más de veinte años. Nuestra relación comenzó siendo la profesional entre un piloto y un periodista para acabar con una amistad que se mantiene con el paso del tiempo. Siempre le he profesado a Jorge una gran admiración. Primero como campeón y más tarde como gestor de proyectos deportivos, ya sea de un equipo de motos o de un gran premio de F-1. Pero envidio especialmente su capacidad de trabajo, su pundonor, su pasión y su entrega. Y es todo ello lo que le ha permitido triunfar y sobreponerse a las dificultades , que no han sido pocas. Ahora es la pieza clave en la organización del GP de Europa y yo me alegro de ello, entre otras cosas porque así sé que el asunto está en buenas manos.
Ya digo que ahora le veo demasiado poco e incluso tampoco podemos hablar tranquilamente muy a menudo. Su agenda es digna de un ejecutivo de una multinacional y yo siempre le digo lo mismo: "No trabajes tanto, que te va a sentar mal". Jorge se ríe y me responde: "Amigo, qué remedio". Y es verdad, no le queda otro remedio. No porque pretenda ganar más dinero para vivir sin preocupaciones (que para eso se lo ha currado), sino porque necesita las carreras como el aire que respira. Y esa pasión es el motor de sus proyectos, quizá junto con la obsesión de llevar el nombre de Valencia de uno a otro punto del planeta. Por eso digo que me alegro de su éxito, porque es el de un hombre hecho a sí mismo, que no conoce la palabra imposible y que se levanta cada día con un nuevo sueño que cumplir.