Historia de dos ciudades
Después de todo lo que hemos vivido en el Latok II, me parece que fue hace una eternidad cuando caminaba despreocupado con mis compañeros de viaje por las calles de Kashgar, la Perla de la Ruta de la Seda. Y, de alguna manera lo es, pues, sin duda, el tiempo es algo tan relativo como sujeto a la idiosincrasia de los pueblos. Aquí, en el corazón de Asia, todo discurre a un ritmo que nada tiene que ver con nuestro ansia de inmediatez occidental, alimentada por el desarrollo tecnológico. Pero nada puede hacer la tecnología contra la forma de ser y de afrontar los problemas que aquí imperan y que tanto han desesperado allá en España durante el malogrado rescate de Óscar.
Algunas claves para entender este espacio geográfico y cultural se encierran en el viaje que nos había llevado, en apenas unos días, desde los secretos de la Ciudad Prohibida de Pekín (o Beijing, como prefieran) al bullicio de Kashgar, en la región del Xinjiang. Es un viaje fascinante no sólo en el espacio sino también en el tiempo y que encierra algunas claves para entender tanto acontecimientos recientes y trágicos vividos en el Xinjiang como el carácter de un país tan complejo -y hermético tantas veces- como China. Adentrarse en la Ciudad Prohibida, frente a la tristemente célebre plaza de Tiananmen, es hacerlo en un mundo ajeno al mundo y al paso del tiempo; un espacio destinado a convertir al emperador en un ser superior, divino, inaccesible. Entrábamos en el mayor conjunto político-religioso de toda China, construido y decorado con tanta profusión como lujo, como correspondía al máximo líder del Imperio del Centro, una definición que ya da pistas sobre la idea que tenían los chinos sobre el lugar que creían merecer en el mundo. Nueve mil habitaciones componen este conjunto arquitectónico, donde nadie podía entrar -y sobre todo salir- sin el permiso del emperador.
Frente al hermetismo de la Ciudad Prohibida se opone el bullicio multicultural de Kashgar. En especial su mercado del domingo ofrece la posibilidad de cruzarse con kirguises, uzbekos, tayikos, uigures, han o mongoles mientras se curiosea en los puestos que ofrecen todo tipo de productos de la zona. Y por supuesto, seda, protagonista, ya desde tiempo de los romanos, de un activo comercio entre oriente y occidente. Y con la seda también viajaban ideas, culturas, inventos. Así pues, Kashgar era sobre todo un lugar de comercio e intercambio, de encuentro, de convivencia.
Hoy ese espíritu todavía se percibe, si bien nos encontramos con una ciudad crispada donde los uigures escupen al paso de camiones militares erizados de armas en patrulla constante tras los últimos choques sangrientos ocurridos en Urumqi, la capital del Xinjiang, y se lleva a cabo un plan gubernamental para derribar el centro histórico de Kashgar. Y es que la sombra de la Ciudad Prohibida puede ser tan larga como opresiva.
Sebastián Álvaro es creador del programa Al filo de lo Imposible.