Lo asumo: no sé de baloncesto

Lo asumo: no sé de baloncesto

El 25 de julio de 1999 un servidor era más ingenuo, más delgadito (veinte kilos menos) y más insensato. Un pardillo, para entendernos. Pasados diez años de aquella gesta, sí hay algo que no ha cambiado: mi torpe ojo clínico con las futuras estrellas. Hace diez años hice la crónica del España-Estados Unidos para El Mundo, donde trabajaba por esas fechas. La he repasado y en dos folios de narración apasionada y entusiasta de la gesta de Lisboa, ¡no existe una sola alusión a Gasol! Ni le nombro. Puse por las nubes a Germán Gabriel, a Reyes, la Bomba Navarro y a un Raúl López que apuntaba a Corbalán.

Pero a Gasol, ni agua. Entre que sólo metió siete puntitos y que por entonces Pau tenía cara de pipiolo con esos brazos flaquitos que jamás barruntaban el tiarrón en el que se ha convertido, a este presunto entendido de baloncesto no le quedó una miserable línea para el actual virrey de los Lakers. No vi que en ese niño larguirucho y desgarbado estaba escondido el cuerpo del mejor jugador español de baloncesto de la historia. Sé que el delito ha prescrito, pero le pido disculpas por mi ceguera. La próxima vez me fijaré más allá de las frías estadísticas...