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Hay mucho miedo al Astaná

Lo que sucedió ayer debe hacer meditar a los organizadores. Está claro que si buscan una etapa de montaña no se puede poner un coloso como el Tourmalet a 70 km de meta. No en el ciclismo actual. En tiempos de Bahamontes, Julio Jiménez, Ocaña o Fuente sí había ataques que terminaban con éxito con la meta tan lejana. Pero ahora no hay escaladores como aquéllos, y se corre de una manera muy diferente. Fue una pena de etapa. Y el caso es que en la ascensión del Aspin la cosa se animó y parecía que íbamos a tener una ascensión movida en el Tourmalet. Pero por la cima pasaron agrupados unos 60 corredores y faltó muy poco para que Óscar Freire ganara la jornada de montaña al sprint. Una etapa mítica convertida en un entrenamiento conjunto.

El problema de fondo es que todos los rivales le tienen mucho miedo al Astaná. De acuerdo que tienen un equipo muy potente, pero los Schleck, Evans, Sastre, Menchov... tienen que atacar desde abajo del puerto para intentar dejarles sin gregarios y luego tratar de remachar a poco de la cima. Sería la manera de que fallara Lance Armstrong, que con 37 años ya no responde tan bien a los cambios de ritmo. Pero si le dejan ir a su bola, aguanta lo que sea. Para el Astaná todo va de maravilla. La carrera discurre como a ellos les interesa. Armstrong es el líder y Contador un gran recurso por si falla. Pero para Alberto no está tan bien. Si él corriera en otro equipo seguro que la cosa sería diferente, pero tiene la mala suerte de haber caído en el conjunto equivocado.