Un aislado toque de distinción
Resulta curioso que un club que en lo fundamental, lo deportivo, sigue anclado en los tristes amateurismos de toda la vida, se haya convertido en un ejemplo a seguir en el mundo del márketing deportivo. Todo empezó en el momento más difícil, nada más descender a Segunda y con la afición sumida en una profunda depresión. Un día, las marquesinas de Madrid aparecieron decoradas con Kiko surgiendo del fuego y un lema que se convertiría en clásico: Un añito en el infierno. La campaña, tan agresiva como la política de precios que la acompañaba, fue un éxito y el Atleti subió de 23.000 a 42.000 abonados. Total, era sólo un año...
Pero no lo fue. Y Emilio Gutiérrez, director de Márketing y Comunicación rojiblanco, volvió a recurrir a Sra. Rushmore para ver si la inspiración le duraba y resultó que se había multiplicado. Papá, ¿por qué somos del Atleti? dio lugar a que hicieran chistes malos los que no entienden nada que no sea material. Pero yo, como tantos otros, me limité a mirarme con mi padre y sonreír, cómplices y orgullosos. Luego llegaron el Mono Burgos gritando nuestra vuelta, ancianos incorruptibles, mares vengativos y árboles sobrenaturales, milicianos, inmigrantes y pastores, premios a mansalva y estudios sobre la imagen de marca del Atleti en las universidades más prestigiosas del mundo.
De golpe, gracias a sus campañas, el Atleti era un símbolo de modernidad. Por desgracia, el resto del club no ha estado a la altura. Este año, la crisis nos va a privar del ansiado spot. Se entiende. Lástima que sí haya dinero para que Pitarch pueda pagar a su amigo Fonseca por dos chicos que no tienen ni culpa ni currículum. Y eso no hay anuncio que lo justifique.