Evitar a los brasileños fue lo mejor
Con la Selección en casa y nosotros embarcando en Johannesburgo, nos queda la sensación de que veníamos a por algo más a este extremo del planeta. No hemos renovado el cartel de mejor equipo del mundo. Faltó no pifiarla en semifinales pero también faltaron las exhibiciones de antaño. Nos quedamos a medio camino entre el fracaso estrepitoso de Italia y la gloria de Brasil. Esa hipotética final con la que soñábamos, frente a las huestes de Kaká, casi mejor que no se produjera. Luis Aragonés, después de ver cómo la canarinha pasaba por encima de los de Lippi, me dijo con cierta pena: "Estos nos pueden hacer un traje en la final". Se anticiparon los norteamericanos. Pero sí es cierto que queda la sensación de que España estaba un peldaño por debajo de los que acabaron campeones. Para el futuro también habrá que añadir cierta dosis de atrevimiento en las mesuradas decisiones de Del Bosque.
Sería absurdo pensar que le viene grande el cargo, él que sabe lo que es ganar casi de forma consecutiva dos Champions. Pero en la Selección no hay tiempo para complacer a todos, no tiene diez meses para conciliar vanidades en el vestuario. En un mes se ventila ganar un título y en cada partido deben jugar los que mejor estén. Cuenta con la ventaja de que Luis ya hizo la limpieza necesaria hace dos años. Precisamente sus decisiones pueden influir para que ese ambiente sano se mantenga. Los primeros que notan debilidad en el técnico son los jugadores.